La hija del padre


Esta vecina era cándida e inocente, a veces demasiado inocente. Y el presidente, hábil con las excusas, solía convencerla de la utilidad de sus tropelías. Un ejemplo claro era el "ascensómetro" ubicado junto al elevador. Evidentemente, con las cuotas de la comunidad, debía estar más que cubierto el mantenimiento del ascensor. Pero aquello era un negocio muy goloso para "el presi". Por un lado con los residentes, que pagaban una tarifa extra, y sobre todo con los visitantes. Cuando alguien venía a verles, debía estimar cuánto duraría su visita y pagar por el tiempo durante el que tendría acceso al ascensor. La excusa que empleó con la muchacha fue que así se evitarían esperas, que los ascensor quedaría más accesible para los residentes porque subirían menos forasteros "para pamplinas" y que otros lo harían por las escaleras.

                    

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