La guardia vecinal


La encardada de la guardia vecinal no es otra que la hermana del presidente. Siempre se sitió muy orgullosa de él y, cuando supo que quería ocuparse de la comunidad de vecinos, no dudó en apoyarle. Pronto entró a formar parte de la nueva estructura controlando a los vecinos y sancionando cualquier irregularidad. Por otro lado, toda acusación que hiciera ella se presumía cierta. Esto causaba cierta inquietud a su alrededor, puesto que nadie quería contradecirla. "Soy la reina del mambo", solía decir. Le gustaba mucho dar miedo y eso de prohibir a los demás cosas que sólo ella podía hacer. Sus multas ofrecían pingües beneficios y, a medida que los vecinos se hacían más prudentes, su hermano redactaba nuevas leyes que aseguraban un flujo económico constante. Algunas de estas normas eran deliberadamente absurdas, como el límite de 90 pasos por hora en la escalera principal.


                    

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